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viernes, 20 de enero de 2012

Para quienes tenemos padres decentes (Los que no, cámbienle de página. Síganle viendo porno bajo el consentimiento parental, porque no sea que la sexualidad se les merme. O pónganse a enervarse con ellos y eventualmente pelearse por el cartón. Experimenten con drogas sintéticas juntos, para reivindicar su relación “madre-hija”, “padre-hijo”, porque de entrada, siempre falta uno. Esto bien podría llamarse “odio el divorcio”).

Los hijos somos una mierda…

Primero dimensionas la premisa esta de:

“Chale, si yo soy producto de un orgasmo. Nadie me tiene aquí sino, la avidez inguinal de dos individuos al azar y el azar mismo. Yo no obligué a nadie a cargarme 9 meses ‘en la panza’, ahogado de líquido amniótico, respirando sólo Dios cómo; ni a lidiar con que alguien había de alimentarme, mantenerme y meterme a estudiar; ni a otorgar cierto status a huevo basado en dinero (porque este mundo es vacuidad, vanidad, basura…  Aquí el bueno soy yo y las teorías Kantianas, porque ahh, soy bien intelectual…) Soy la realización del deseo aquel “tengamos un hijo”. Bien podría decir: la víctima. Estoy involuntariamente destinado a vivir bajo las normas y el yugo de 2 (en el más higiénico de los casos) personas amateurs en la materia, quienes harán una suerte de freestyle con mi vida todavía más al chilazo que el de las suyas propias. Es más, a mí me  tuvieron con toda premeditación, alevosía y ventaja para ser yo quien vaya por las tortillas y la coca y no ellos".

Eso de procrear les es un acto egoísta en lo sumo donde soy su descendencia, cargo sus apellidos, soy su hijo, tengo sus ojos, su pelo y sus maneras. Si algo hago bueno “ese es mi hijo”. Si la cago “me avergüenzas”. “Yo te mantengo”. “Vives en mi casa y si no te gusta vete”. Y un “yo, yo, yo, yo” semejante al preludio de algún concierto de Wu-Tang.

Entonces nos empiezan a importar más esos imbéciles a los que llamamos amigos que “nunca me van a dejar morir” (y hasta le chillas para sonarte más convincente). Esos que por más mal que andes siempre te alegraran el día con un “No hay pedo, güey. Chúpale”. ¿A poco no son un primor? Ellos sí me entienden.

Luego lo chido es el pisto, que al cabo que no le entiendo a la vida y mis jefes mucho menos. Me reencuentro con mi etéreo dejando de ser yo entrándole a un estado bien trendy donde cualquier cosa que escuche/diga me parece lo más idóneo y chido de la vida.  Y si soy menor de edad, hasta me siento bien grande y malo.

Luego prendo un camel y ahhh qué “acá” me veo, pero no peines con mis jefes.

Entonces me tuercen quemando “flabio, gallo, el queto, weed, hierba” y cualquier forma “chidota” de llamarle a ese pedo. Y es que fumar es meditar, un remedio homeopático, y según yahoo answers ni causa dependencia. Y “sí hombre, ya jefa, no te claves. Es más, ni es droga, yo la controlo, no hay pedo. No llores, ¿aquí la madura eres tú, no?” Aunque de repente ruegas perdón, redefines tu vida y eso… Nada que 3 sesiones con “la psicóloga” no logren.

Pero a los 3 meses… Chale carnal, sácala. Los jefes no saben ni qué pedo.

Que al cabo que el día de las madres se pone rondallero el pedo y hasta le doy rosas.  Que al cabo que al jefe lo mareo fácil.

Y a huevo que los amo. Hasta me uní al grupo en Facebook que se llama “Unete si amas a tus papas mas que ha nada” (sic).

De mientras, deja le vivo, que yo y mi compa el Samarripa sí nos entendemos y le sabemos a la vida.

Después de los años, te acuerdas de 2, 3 cosas. Hasta les lloras los recuerdos y así de fácil  te deslindas de la mierdez que implicas como hijo, con 3 lágrimas, una anécdota y un “Chiguaguas, hombre… Mi papito (o mamita, según la ocasión). Como brindándoles lástima, la tuya, la del digno… La del Mierda.




Otros pocos decidimos amarlos y considerarlos antes que a nada en esta vida, en vida.



Alejandro.

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